Petrit Baquero Escritor |
Por Petrit Baquero.
Cuando empecé a oír salsa o, más bien, un poquito después, cuando mi papá me puso a escuchar el álbum “Siembra” que, de verdad, marcó muchas cosas en mi vida, quedé maravillado por las letras -y la voz- de Rubén Blades, pero también por los trombones fuertes, aunque complejos armónicamente (que después, en clase de música, supe que eran tres y, a veces, cuatro) que sonaban como pitos de un camión, pero también como un conjunto de jazz de inmejorable calidad.
Cuando empecé a oír salsa o, más bien, un poquito después, cuando mi papá me puso a escuchar el álbum “Siembra” que, de verdad, marcó muchas cosas en mi vida, quedé maravillado por las letras -y la voz- de Rubén Blades, pero también por los trombones fuertes, aunque complejos armónicamente (que después, en clase de música, supe que eran tres y, a veces, cuatro) que sonaban como pitos de un camión, pero también como un conjunto de jazz de inmejorable calidad.
También quedé descrestado por la percusión afincada y calidosa
(bongó-campana, conga y timbal), de José Mangual Jr, Eddie Montalvo y
Jimmy Delgado; por los coros poderosos y realmente varoniles que
acompañaban las canciones, por el bajo lleno de efectos y slaps tomados
del funk del inolvidable Sal Cuevas, por los arreglos de cuerdas que se
inspiraban un poco en el soul y la música disco, y, claro, por el
liderazgo y la imagen de malote del gran Willie Colón.
Pero entre
toda esa maravillosa orquesta, no fui ajeno a sentir el tumbao
sabrosísimo de un señor calvo, con pinta de hombre mayor -tal vez de
oficinista-, a quien todos conocían con el sobrenombre del “Profesor”.
¿Y por qué le decían así? No sé, pero supongo que porque podía pasar de
tocar un son montuno tradicional a soyarse con un tumbao rockero sin
perder el compás y, sobre todo, el swing, algo complejo para el que no
estuviera preparado para leer -y sentir- las sutiles transiciones
armónicas que planteaban los arreglistas de los discos de Willie Colón
como Luis “Perico” Ortiz, Louie Cruz, Héctor Garrido, Marty Sheller y el
propio Willie, con “mambos” y sonidos que tenían sofisticación, pero, a
la vez, sentido callejero. Eran los tiempos en que Willie grababa las
canciones de él mismo y también las de Tite Curet Alonso, Rubén Blades,
Johnny Ortiz, Chico Buarque, Eddy Grant y Caetano Veloso, entre muchos
otros.
Héctor Lavoe toca el piano, Joe Torres "El Profesor" observa Foto: Mambo Inn Radio |
El “Profesor” se llamaba José "Joe" Torres y, como dice Rubén
Blades, ayer “se mudó al otro barrio”. Claro que ya venían anunciando su
muerte desde hacía rato por cuenta de la desaparición de otros
importantes personajes (un reconocido compositor boricua y el dueño de
un restaurante de comida puertorriqueña en Nueva York) que tenían el
mismo nombre, sin embargo, ayer sí fue de verdad y el gran pianista
newyorikan dio su paso a la eternidad o, de pronto, al nunca jamás (como
ustedes lo quieran ver).
Hay que decir que Joe Torres nunca fue
un pianista de alto perfil. No. De hecho, jamás formó parte, por
ejemplo, de la Fania All Stars y muchas veces, cuando mencionan a los
grandes pianistas de la salsa como Papo Lucca, Ricardo Ray, Eddie
Palmieri, Larry Harlow, nuestro Edy Martínez, Óscar Hernández, José Lugo
o “el Pulpo” Colón, su nombre, al parecer, se olvida. Sin embargo, si
uno averigua por las grabaciones en las que participó y el papel
preponderante que tuvo en el piano, el fender rohdes o cualquier otro
teclado, quedaba claro que Torres fue un músico de grandes quilates.
Es que Torres es el pianista de “La Murga”, de “Plástico”, de “Pedro
Navaja”, de “Oh, qué será”, de “Juanito Alimaña”, de “Calle luna, calle
sol”, de “Plantación adentro”, de “Usted abusó”, de “Maestra vida”, de
“Periódico de ayer”, de “Che che colé”, de "Buscando guayaba" y de
muchas más piezas históricas acompañando a Willie Colón, Rubén Blades,
Celia Cruz, Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Soledad Bravo y Bobby
Valentín, entre otros.
Joe Torres "El Profesor" atrás toca el piano, Héctor Lavoe adelante Foto: Mambo Inn Radio |
Tal vez por eso, Héctor Lavoe dijo que el “Profesor” era el “que se come
los guineos y se fuma la cáscara” y yo, que me maravillo observando por
Youtube los videos de esa orquesta en los años setenta y comienzos de
los ochenta, lo veo como uno de esos personajes curtidos que ya parecían
viejos en esa época por su cabeza rapada, la boca abierta al tocar,
unas gafas bien grandes y un aparente bajo perfil en el que no mostraba
grandes alardes, pero sí muchísimo sabor tocando en la orquesta más
vendedora de todos los tiempos de la salsa, ese género musical que tanto
nos apasiona.
Con Willie Colón, el profesor Joe Torres tocó salsa de la mejor, es
decir, esa que se nutrió de la música del Brasil con sus complejas
armonías y lindísimas melodías, del funk y el rock que, con agresividad,
se hacían presentes en todo momento; del merengue disco -o del merengue
Bossa Nova- que tanto le gustaban al malo del Bronx; de la bomba y la
plena puertorriqueñas, de la cumbia bomba del ritmo Wac, de los sonidos
africanos, de la gaita zuliana, de la música jíbara puertorriqueña y,
por supuesto, de todo ese caudal de música cubana que siempre habrá que
mencionar.
De esa gran banda han partido ya varios (el año pasado
se fueron dos) y, en estos tiempos complejos y de incertidumbre, se han
ido, por diferentes razones, importantísimos músicos (por ejemplo, Andy
González, el gran bajista que murió hace dos días; Bill Withers, el
maravilloso cantautor que partió un poco antes; Manu Dibango, el célebre
saxofonista camerunés que murió en su amada Paris; Tito Ramos, el
inolvidable cantante de los tiempos del latin soul; Elis Marsalis, el
patriarca de una legendaria dinastía de músicos de jazz; Moraes Moreira,
el grandioso creador de esa irresistible fusión que fueron en Brasil
los Novos bahianos…) y ahora le tocó al gran Joe Torres.
Es
curioso, pero desde hace unos meses andaba siguiéndole la pista e
incluso el maestro Edy Martínez me dijo que iba a averiguar al respecto.
También pregunté por él hace menos de una semana en uno de esos
portales de salsa que siempre me enseñan tantas cosas, y por eso entré
en contacto con uno de sus amigos quien me dijo que el “Profesor” vivía
en el Bronx, aunque bastante delicado de salud. Le envié mis saludos
manifestándole mi gran aprecio, aunque creo que su amigo -por obvias
razones- no alcanzó a verse de nuevo con él.
Hay que decir que en
la mayoría de ocasiones se habla es de las rutilantes estrellas o de
los personajes “exitosos”, pero muchas veces se desconoce a esos
orfebres, cómplices, compinches, trabajadores y talentosos creadores que
han sido fundamentales para que esas expresiones del talento humano nos
ayuden a conocer, a través del arte o de cualquier otra cosa, viejos,
nuevos o diferentes mundos. El “Profesor” -que en realidad le decían así
porque se dedicó a enseñar música y piano por muchos años-, fue uno de
ellos. Por eso, que bien valga la pena celebrar la vida, obra y los
aportes de este gran artista que me ayudó a hacer la vida más chévere,
antes, ahora y -espero yo- mañana.
¡Vuela alto “Profesor” Joe Torres!
Dedicado a...
Alicia Orjuela Quintero,
Catalina Roldán,
Edward Bocanegra y
al legendario Marco Vinicio Amado Garrido "Markomix"