Edwin Madera, fundador de La Troja |
El mítico estadero cumple hoy medio siglo de historia salsera y rumbera, Edwin Madera, su fundador, recuerda cómo nació esa concurrida esquina de la calle 74 con carrera 44.
Con palmas, madera, clavos y medias cañas de guaduas se construyó, en 1966, una choza con el único fin de que un grupo de jóvenes de clase alta disfrutara el Carnaval de Barranquilla de ese año.
Hoy, La Troja, Patrimonio Cultural y Musical de Curramba, cumple 50 años, los cuales fueron celebrados con una gran fiesta el pasado domingo, en la que recibieron mas de 2000 personas en el espacio.
Sin embargo, el sitio que reúne al gremio salsero, a jóvenes de todos los estratos y turistas en general, no siempre estuvo en el mismo lugar. A La Troja, la acompaña un recorrido histórico que la llevó a convertirse en un tesoro barranquillero.
Desde una acogedora oficina, ubicada en el segundo piso de la emblemática Troja, su fundador, Edwin Madera, recuerda con nostalgia aquellos tiempos de su infancia en los que, mientras ayudaba a su madre Zunilda Velásquez a repartir los almuerzos que cocinaba para los obreros de las diferentes construcciones del norte de Barranquilla –así como también para los trabajadores de las emisoras ABC y Riomar– pudo conocer a personajes de la farándula y artistas como Rogelio Martínez, Celio González, Daniel Santos, Celia Cruz, Cuco Valoy, Juancho Polo Valencia y Joe Arroyo.
“Un grupo de amigos pertenecientes a la oligarquía currambera se cansó de los centros de rumba del barrio La Ceiba. Por esto tomaron la decisión de armar una choza, o un bohío, justo en la carrera 46 entre la calle 74 y 72, para disfrutar allí del carnaval 1966”, rememora Madera.
Según el fundador del mítico estadero, estos jóvenes le hicieron entrega de un dinero a Jorge López, un muchacho que trabajaba en el Country Club, para que este comprara cervezas, ostras, camarones y les preparara cocteles. “Estos amigos se rumbearon esos carnavales y luego se fueron, ya que algunos de ellos estaban viviendo fuera del país. Le dejaron como pago, y en calidad de obsequio, la choza”, relató Edwin.
Madero contó que López, “acostumbrado a la buena camisa amarilla, pantalón negro y zapatos de charol”, no le interesó quedarse con el lugar. Por lo tanto, siendo paisano de Zunilda, su mamá, de Cereté, Córdoba, le hizo entrega de la choza por cierta cantidad de dinero, la cual Edwin, por su corta edad, no supo en el momento. “Lo que sí vi es que al pie de un palo de roble que ya no existe decía La Troja, febrero 26 del 1966, y los nombres de esas personas que hoy son ilustres prestantes de la sociedad barranquillera”, resaltó.
Su madre apareció en el “glorioso sector” encabezado por estos “tremendos vecinos”, y señala Madera entonces al estadio Romelio Martínez, la famosa Avenida Olaya Herrera y el parque Tomás Suri Salcedo.
Allí empezó a vender sus almuerzos, fritos, chichas de arroz y maíz y, después, cervezas. Al poco tiempo, el narrador Antonio Borja Suárez y otros compañeros que trabajaban en Emisoras ABC, ubicada en la esquina de la 70 con 46, bautizaron la choza con el nombre de Quiosquito ABC. Los domingos, doña Zunilda amplificaba los partidos de Junior narrados por Édgar Perea, llenando así el negocio con los aficionados que no alcanzaban a entrar al estadio.
La Troja de hoy
Edwin Madera, con gran sonrisa en su rostro, recordó –también– que el 6 de agosto de 1980 su mamá lo llevó a ver La Fania All Stars, encabezados por Héctor Lavoe, Santos Colón, Pete ‘el Conde’ Rodríguez y Celia Cruz. “Allí vi a otro monstruo llamado Humberto ‘Tito’ Nieves”, dijo. Luego, los artistas regresaron en febrero de 1981 para La Gran Torta. Estuvo el Conjunto Clásico, Tito, Raymond Castro y un trompetista barranquillero, Danny Jiménez. “Me los llevé a La Troja, quedaron fascinados con la música. De ahí en adelante, me convertí en seguidor inmancable del Conjunto Clásico”, contó.
Por unos minutos, en Madera se acumula la nostalgia y la tristeza. Sus ojos lucen llorosos al recordar la muerte de su madre, que ocurrió en agosto de ese mismo año. Después del suceso, Edwin decidió reunir los acetatos de música vallenata, tango, merengue y porros para encintarlos y dejarlos a un lado. Finalmente, solo se quedó con 33 vinilos de salsa.
“Me dije a mí mismo: “Esto se va a llamar en honor a mi madre, y por esto la voy a conmemorar en los 50 años de La Troja, porque aunque ella no fue gestora e impulsadora del lugar, inocentemente trabajó y nos educó a mí y mis dos hermanos”, contó.
Luego de la muerte de su madre, este salsero consumado decidió escribir en el cemento fresco que había en el árbol de roble –que ya no existe– ‘La Troja, el mejor ambiente salsero’. “Lo registré en 1983 y pienso que la que se merece todos estos honores es Zunilda Velásquez”, dijo.
Más adelante, el 1° de julio de 1996, al cumplir 30 años de actividades, La Troja debió mudarse de lugar, según Edwin “por fuerzas mayores”. Cuatro días después, el sitio abrió en la esquina de la carrera 44 con calle 74, donde ha estado por 20 años. Y donde permanece aún.
Desde entonces han estado luchando por darles gusto a los amantes de la salsa. “La gente trojera es consecuente con lo suyo, sabe que es el último espacio que le queda a Barranquilla de todo un legado que existió hace 30 y 40 años”, asegura su fundador.
Autor: Leidys Ríos López
para El Heraldo
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