Como una genuina jornada de estrellas puede ser calificada la segunda noche del Puerto Rico Heineken Jazzfest 2015, que incluyó la presentación de varios músicos de estatura mundial –entre ellos tres puertorriqueños- y hasta una leyenda viviente de la batería, el renombrado Jimmy Cobb.
Fue una noche de pura maestría musical, de gozo y fuego. “Tenemos una fiesta extraordinaria para ustedes”, dijo el maestro de ceremonias, el actor Braulio Castillo, al darle la bienvenida al público. No se equivocaba. Fue una fiesta del más alto nivel musical, en celebración de un festival que ya cumple 25 años y que se ha convertido en un esencial referente caribeño.
Inaugurando la velada, el boricua David Sánchez demostró una vez más por qué está considerado uno de los mejores saxofonistas tenores del mundo. Acompañado por una magnífica banda –compuesta por el pianista cubano Fabián Almazán, el bajista puertorriqueño Ricky Rodríguez y el baterista mexicano Antonio Sánchez- Sánchez tocó una música de avanzada que resiste toda categorización. Lo evidenció desde el primer tema, “Ay bendito”, en el que la interacción con sus músicos, especialmente con el baterista, dibujó frecuentes sonrisas en el rostro del saxofonista, cuyo solo, imperioso y con intensos crescendos, dio aviso de que la noche sería espectacular.
Un inusual colapso del sistema de sonido al comienzo de la segunda pieza, “Mirage”, no detuvo a los músicos, quienes completaron la interpretación con gran profesionalismo. Sin embargo, la repitieron de inmediato para fines de la grabación que se estaba realizando, según explicó el propio Sánchez. Este fue un tema exploratorio, de tonalidades levemente oscuras, en el que sobresalió el solo de Antonio Sánchez, dramático en su arco narrativo. (El baterista, de hecho, es el autor de la banda sonora de la galardonada cinta “Birdman”, banda que consiste, precisamente, en solos de batería que ayudan a contar la historia, y fue ampliamente ovacionado en reconocimiento de ello).
Para el tercer número, Sánchez presentó a su invitado de la noche, el percusionista Jhan Lee Aponte, quien le dio un acento boricua a “Morning Mist” con su fogoso toque en el barril de bomba. La improvisación del saxofonista, vigorosa y rebosante de ideas, mostró que se encuentra en la plenitud de su arte. Almazán interpretó aquí un deslumbrante solo que recordó las influencias de los grandes maestros del piano, como Art Tatum o McCoy Tyner.
Dedicando su interpretación a Catalino “Tite” Curet Alonso y a Cheo Feliciano, Sánchez tocó entonces su propia versión del clásico bolero “Mi triste problema”, arropado en hipnotizantes sonoridades árabes. Tanto Almazán como Rodríguez, en el bajo, impresionaron con solos profundamente poéticos; el de Rodríguez, especialmente, mostró una estructura melódica tan sólida que pudiera decirse que fue una canción completa en sí misma.
La intensidad de los solos de percusión –tanto la batería de Sánchez como los barriles de Aponte- marcaron la pieza final, “A Thousand Yesterdays”, convertida aquí en un jazz-bomba. Pero la gran sorpresa ocurrió cuando el saxofonista sustituyó a Aponte en el barril y este demostró sus habilidades como bailador de este tradicional género puertorriqueño, generando un sonoro aplauso del público. Fue un cierre agradable y feliz para la presentación de David Sánchez, quien fue, de hecho, uno de los primeros músicos en fusionar el jazz y la bomba.
Los dulces acordes del bebop abrieron la presentación de la segunda gran estrella puertorriqueña de la noche, el bajista Eddie Gómez. Con un cuarteto integrado por Javon Jackson en el saxo tenor, Adam Birnbaum en el piano y Jimmy Cobb en la batería, el clásico “Walkin’” fue el marco de unos animados “fours”, o breves intercambios, entre bajo y batería. Fue algo digno de verse, un momento realmente histórico: el que fue bajista durante muchos años del mítico Bill Evans y estrella por derecho propio, intercambiando compases creativos con el baterista de “Kind of Blue” de Miles Davis, el disco de jazz más vendido de la historia. (Cobb, de hecho, es el único sobreviviente del sexteto que grabó ese álbum).
Interpretada como un vals, la clásica balada “Stella by Starlight” le permitió a Jackson lucir el atractivo sonido de su saxo tenor, un sonido que pudiera calificarse como perfectamente destilado, sin adornos ni notas de más, pero igualmente expresivo. ¿Y qué se puede decir del bajo de Eddie Gómez? Eddie es Eddie, único en su estilo, intenso en su acompañamiento, que muchas veces no es tal, sino contrapunto y hasta improvisación constante. En sus manos el bajo se hace humano, canta, habla, exulta, gime, llora. Todo ello ocurrió en esta y en la siguiente interpretación, un medley de “Love Letter” –composición de Gómez en honor de sus padres- y el clásico “I Thought About You”.
Para concluir, el cuarteto de Gómez acometió una animada versión del estándar de jazz “Solar”, compuesto por Miles Davis, un tema que se presta para infinitas recreaciones (viene a la mente la versión de Keith Jarrett al piano, estilo balada). Aquí fue abordada desde una perspectiva que pudiera llamarse “swing de avanzada”, con Gómez en su continua creación, Birnbaum comentando en el piano y Cobb cohesionándolo todo. De hecho, este número fue el vehículo para que el admirado baterista mostrara todo el talento que le queda, con un solo que sería impresionante a cualquier edad, más aún viniendo de un hombre que a sus 86 años conserva toda su energía y compromiso vital. Uno de los momentos más memorables de la noche.
Justamente presentada por Braulio Castillo como “una erupción”, la presentación del grupo Volcán hizo honor a su nombre. Integrado por Gonzalo Rubalcaba al piano, José Armando Gola al bajo eléctrico, Horacio “El Negro” Hernández en la batería y Giovanni Hidalgo –la tercera gran estrella puertorriqueña de la noche- en un impresionante despliegue de seis congas y un “set” de timbales, el grupo mantuvo casi en todo momento un altísimo nivel de energía.
En el primer tema, también titulado “Volcán”, así como en el segundo, “Ponle la clave”, Rubalcaba exhibió el inmenso talento que posee para la creación pianística, con un amplio vocabulario de punzantes frases staccato, vertiginosos arpegios, alegres “trills” y todo tipo de referencias tanto a la tradición pianística del jazz como a la cubana. En el segundo, Gola interpretó el primero de sus solos de incuestionable técnica e Hidalgo literalmente azotó los timbales en una furiosa improvisación.
La tercera pieza, “Volcán durmiente”, fue un respiro entre tanta hiperactividad. Alternando entre un tradicional danzón y un ritmo tango-congo, Rubalcaba tocó un solo de suaves y cadenciosos tonos, más cercano aquí a sus raíces cubanas. A continuación, uno de los más recordados temas del bebop, “Salt Peanuts” (compuesto por Dizzy Gillespie) fue recreado a un tempo feroz que, nuevamente, honró el nombre del grupo. El sonido del teclado Korg empleado por Rubalcaba en esta pieza decididamente no es para todos los gustos, pero al menos brindó colores distintos a la interpretación. Hernández e Hidalgo, por su parte, intercambiaron solos incontenibles que demostraron que ambos deben ser considerados uno de los grandes tándems rítmicos de nuestra era.
Con poéticos “trills”, o trinos, para comenzar la pieza, Rubalcaba hizo gala nuevamente de su virtuosismo e inagotables ideas en “El cadete”, electrizante y zigzagueante. El grupo cerró su presentación con “Nueva cubana”, otro número deslumbrante en su rapidez y virtuosismo técnico, y en el que “El Negro” Hernández tocó un solo memorable y fiero en su batería.
En resumen, una jornada verdaderamente estelar, como para complacer al gusto más exigente.