El famoso local fundado por César Pagano hace 26 años cierra sus puertas.
“El cierre de Salomé es triste y casi trágico. Muere una época”, me dijo el periodista Enrique Santos Calderón al saber la noticia.
“El cierre de Salomé es triste y casi trágico. Muere una época”, me dijo el periodista Enrique Santos Calderón al saber la noticia.
No es para menos. El fin de Salomé en Bogotá es como imaginar la muerte de La Troja en Barranquilla, o de Zaperoco en Cali. No se trata de un simple bailadero de salsa, que también lo ha sido y muy bueno por cierto, sino más bien de un verdadero espacio cultural, un patrimonio de los bogotanos. Desde sus inicios, marcó una clara diferencia respecto a los locales tradicionales y ofreció una nueva alternativa a quienes buscaban fiesta con cultura. La rumba en esta ciudad no será la misma de hoy en adelante.
En Salomé gozaron por igual ministros y bailarines anónimos, todos unidos alrededor de una causa y una figura: la música con criterio programada noche a noche por su propietario, el investigador, escritor, gestor y periodista César Villegas, más conocido como César Pagano. ¿Por qué se cierra Salomé? ¿Cómo pudo pasar esto?, son las primeras preguntas que le lanzo.
“La zona rosa de Bogotá ha entrado en decadencia, lo mismo que el concepto de rumba que pregonan las nuevas generaciones. Los muchachos han traído una moda de beber en la calle, con todas las consecuencias de aglomeración, que impide la libre circulación; la basura, el vómito, la discusión y la pelea, con policías presentes. Esta inseguridad, desaseo y peligro espanta a la gente tranquila y gozona de la vida, que es mi clientela. El negocio no venía bien y, para rematar, perdimos un pleito que nos obliga a devolver el inmueble; ese fue el puntillazo”, comenta César, que ha dedicado 40 de sus 72 años al negocio de la rumba.
Los inicios de Salomé se remontan a 1978, cuando Pagano se instaló en Bogotá después de probar suerte en su natal Medellín con El Goce Pagano, una marca que con los años haría historia en la noche bogotana gracias al legendario local de la carrera 13 con calle 23, y a otros que se abrieron posteriormente en La Macarena y en la avenida Caracas con calle 74, en el norte de la capital.
“Con El Goce, que fue la antesala de Salomé, podemos afirmar que César Pagano generó a su alrededor un movimiento social que incluyó la literatura, el cine, el video, la fotografía y la promoción de nuevas agrupaciones musicales de salsa. El hecho más importante que provocó fue la participación definitiva de la mujer en la rumba. Se abrieron puertas a un nuevo público de la noche: las mujeres. Mujeres solas, en combo, bailando, poniendo música, bebiendo, proponiendo, seduciendo... Se ganó un nuevo espacio para la expresión de todas las mujeres de los diferentes sectores sociales”, afirma Bertha Quintero, percusionista, creadora de orquestas femeninas y subdirectora de Artes del Instituto Distrital de Artes de Bogotá (Idartes).
En marzo de 1988, cuando Salomé Pagana se instaló definitivamente en el local de la carrera 14 con calle 82, se convirtió en el bailadero preferido de artistas, intelectuales, políticos y estudiantes de todos los estratos y todas las edades.
Bruno Díaz, Juan Manuel Roca, Fernando Quiroz, Gloria Triana, William Ospina, Vicky Hernández, Stella Villamizar, Ramón Jimeno, Antonio Caballero, Mauricio Silva, Jorge Alí Triana, Fanny Mikey y Antonio Morales eran infaltables.
“César incorporó a la rumba salsera, bastante escasa e incipiente en la Bogotá de los 70, ingredientes adicionales al mero disfrute musical en medio de copas, valiéndose de análisis estilísticos, referencias históricas, publicaciones y conferencias. Muchos descubrieron la salsa gracias a César, quien halló en ella su propia razón de ser”, recuerda el actor, cantante y exconcejal Bruno Díaz.
Interminable es la lista de artistas colombianos y extranjeros que pasaron por Salomé. Su programación, en la que había días para la música de nuestras costas Caribe y del Pacífico, para el bolero en los ‘Martes de amarte’ y para disfrutar, a capricho de César, de toda clase de géneros, pasando por la música del Brasil, el tango, el flamenco, la música clásica y el jazz.
Entre los artistas y agrupaciones que brillaron en el escenario o como ilustres visitantes, se cuentan la Orquesta Aragón, Elíades Ochoa, Celina y Reutilio, La Orquesta Original de Manzanillo, Polo Montañez, Chucho Valdés, Diego el ‘Cigala’, Javier Colina, Omara Portuondo, Gonzalo Rubalcaba, Tata Güines y César Portillo de la Luz.
Juan Formell, ese coloso de la música cubana fallecido el pasado jueves, fue invitado de honor con su orquesta Los Van Van a descubrir un mural dedicado a ellos en el segundo piso del local. Por Colombia estuvieron Totó La Momposina, Sofronín Martínez, Teresita Gómez, Francisco Zumaqué, el Grupo Bahía de Hugo Candelario, la Banda La República, liderada por Juan Diego Valencia, La 33 y Yuri Buenaventura.
“César tendió la mano a músicos desconocidos de aquí y de afuera, aportando calidad y novedad a la oferta cultural de la ciudad. Salomé fue prácticamente un consulado de Cuba en Colombia, y cuando se radicalizó el bloqueo a la isla, en los 90, más se empeñó en divulgar géneros como la timba, el son y el bolero”, dice la editora Mabel Pachón.
“Salomé es una prolongación de la casa de César, donde no hay espacio para el mal gusto ni para las modas musicales”, complementa el médico paisa Jorge Arango.
Para el empresario y melómano Alfredo Escobar, “el gran aporte de Salomé fue enseñarnos que la rumba y el buen gusto musical sí pueden ir de la mano. César ha sido más un promotor y un difusor que un simple coleccionista. Desde los micrófonos de Salomé siempre dio crédito a los compositores”.
Entre las incontables anécdotas que dejan las noches en Salomé, vale recordar que fueron muchísimos los clientes que se acercaron a la consola de sonido a pedirle una canción a César, para luego regresarse a su mesa (o a su casa) con el ego musical herido.
El asunto llegó a tal punto que Enrique Santos le endilgó a Pagano los remoquetes de el ‘Stalin de la salsa’ y el ‘Enver Hoxha de la salsa’, en alusión a su excesivo purismo musical. La frase de Santos, “pida lo que quiera, que él pone lo que le da la gana”, pronto fue de boca en boca.
Famoso también fue el llamado Comité de Salvación Pública del Oído, que con el respaldo de amigos como Jeannette Riveros, Gerardo Reyes, Orlando Bohórquez, Enrique Santos, Alfredo Escobar, Óscar Orjuela y Bertha Quintero, lideró en los 90 la creación del Fram (Frente Antimerengue), cuya consigna era desterrar el lado más comercial de este ritmo dominicano. Más recientemente, a través del Franreg (Frente Antirreguetón Idiotón), Pagano lideró la última de sus cruzadas musicales.
¿Qué hará Pagano después de Salomé? “Debo cambiar de actividad o hacer énfasis en otras tareas para poder subsistir, pues no tengo pensión de ninguna clase. De momento, seguiré con mi programa radial en Javeriana Estéreo y tendré más tiempo para escribir, investigar y dar conferencias. También quisiera que mis entrevistas a tantos músicos cumplieran una función social en los conservatorios, bibliotecas y facultades de música, complementando la formación de los estudiantes”.
¿Hay manera de que Salomé vuelva más adelante?, pregunto. “No lo descarto, pero no quiero cargar todo el peso solo. Quisiera ser más un director artístico y que otros se ocupen del manejo del negocio como tal. Hay algunas propuestas, pero de momento nada se ha concretado. Ya veremos qué pasa”.
Esta noche, cuando termine una época de oro en la rumba bogotana, Pagano soltará en público sus últimas arengas, rendirá homenaje especial a Juan Formell y a Cheo Feliciano, tocará la campana para incitar al baile, saludará uno a uno a sus amigos y presentará a Son de Millo, el conjunto de folclor Caribe liderado por Carlos Ramírez, y al cuarteto de saxofones de Rogelio Castro. Así se despide Salomé, un bailadero auténtico y sabroso donde todos dejamos un trozo de nuestra propia historia.
En Salomé gozaron por igual ministros y bailarines anónimos, todos unidos alrededor de una causa y una figura: la música con criterio programada noche a noche por su propietario, el investigador, escritor, gestor y periodista César Villegas, más conocido como César Pagano. ¿Por qué se cierra Salomé? ¿Cómo pudo pasar esto?, son las primeras preguntas que le lanzo.
“La zona rosa de Bogotá ha entrado en decadencia, lo mismo que el concepto de rumba que pregonan las nuevas generaciones. Los muchachos han traído una moda de beber en la calle, con todas las consecuencias de aglomeración, que impide la libre circulación; la basura, el vómito, la discusión y la pelea, con policías presentes. Esta inseguridad, desaseo y peligro espanta a la gente tranquila y gozona de la vida, que es mi clientela. El negocio no venía bien y, para rematar, perdimos un pleito que nos obliga a devolver el inmueble; ese fue el puntillazo”, comenta César, que ha dedicado 40 de sus 72 años al negocio de la rumba.
Los inicios de Salomé se remontan a 1978, cuando Pagano se instaló en Bogotá después de probar suerte en su natal Medellín con El Goce Pagano, una marca que con los años haría historia en la noche bogotana gracias al legendario local de la carrera 13 con calle 23, y a otros que se abrieron posteriormente en La Macarena y en la avenida Caracas con calle 74, en el norte de la capital.
“Con El Goce, que fue la antesala de Salomé, podemos afirmar que César Pagano generó a su alrededor un movimiento social que incluyó la literatura, el cine, el video, la fotografía y la promoción de nuevas agrupaciones musicales de salsa. El hecho más importante que provocó fue la participación definitiva de la mujer en la rumba. Se abrieron puertas a un nuevo público de la noche: las mujeres. Mujeres solas, en combo, bailando, poniendo música, bebiendo, proponiendo, seduciendo... Se ganó un nuevo espacio para la expresión de todas las mujeres de los diferentes sectores sociales”, afirma Bertha Quintero, percusionista, creadora de orquestas femeninas y subdirectora de Artes del Instituto Distrital de Artes de Bogotá (Idartes).
En marzo de 1988, cuando Salomé Pagana se instaló definitivamente en el local de la carrera 14 con calle 82, se convirtió en el bailadero preferido de artistas, intelectuales, políticos y estudiantes de todos los estratos y todas las edades.
Bruno Díaz, Juan Manuel Roca, Fernando Quiroz, Gloria Triana, William Ospina, Vicky Hernández, Stella Villamizar, Ramón Jimeno, Antonio Caballero, Mauricio Silva, Jorge Alí Triana, Fanny Mikey y Antonio Morales eran infaltables.
“César incorporó a la rumba salsera, bastante escasa e incipiente en la Bogotá de los 70, ingredientes adicionales al mero disfrute musical en medio de copas, valiéndose de análisis estilísticos, referencias históricas, publicaciones y conferencias. Muchos descubrieron la salsa gracias a César, quien halló en ella su propia razón de ser”, recuerda el actor, cantante y exconcejal Bruno Díaz.
César "Pagano" Villegas |
Entre los artistas y agrupaciones que brillaron en el escenario o como ilustres visitantes, se cuentan la Orquesta Aragón, Elíades Ochoa, Celina y Reutilio, La Orquesta Original de Manzanillo, Polo Montañez, Chucho Valdés, Diego el ‘Cigala’, Javier Colina, Omara Portuondo, Gonzalo Rubalcaba, Tata Güines y César Portillo de la Luz.
Juan Formell, ese coloso de la música cubana fallecido el pasado jueves, fue invitado de honor con su orquesta Los Van Van a descubrir un mural dedicado a ellos en el segundo piso del local. Por Colombia estuvieron Totó La Momposina, Sofronín Martínez, Teresita Gómez, Francisco Zumaqué, el Grupo Bahía de Hugo Candelario, la Banda La República, liderada por Juan Diego Valencia, La 33 y Yuri Buenaventura.
“César tendió la mano a músicos desconocidos de aquí y de afuera, aportando calidad y novedad a la oferta cultural de la ciudad. Salomé fue prácticamente un consulado de Cuba en Colombia, y cuando se radicalizó el bloqueo a la isla, en los 90, más se empeñó en divulgar géneros como la timba, el son y el bolero”, dice la editora Mabel Pachón.
“Salomé es una prolongación de la casa de César, donde no hay espacio para el mal gusto ni para las modas musicales”, complementa el médico paisa Jorge Arango.
Para el empresario y melómano Alfredo Escobar, “el gran aporte de Salomé fue enseñarnos que la rumba y el buen gusto musical sí pueden ir de la mano. César ha sido más un promotor y un difusor que un simple coleccionista. Desde los micrófonos de Salomé siempre dio crédito a los compositores”.
El Stalin de la salsa
Entre las incontables anécdotas que dejan las noches en Salomé, vale recordar que fueron muchísimos los clientes que se acercaron a la consola de sonido a pedirle una canción a César, para luego regresarse a su mesa (o a su casa) con el ego musical herido.
El asunto llegó a tal punto que Enrique Santos le endilgó a Pagano los remoquetes de el ‘Stalin de la salsa’ y el ‘Enver Hoxha de la salsa’, en alusión a su excesivo purismo musical. La frase de Santos, “pida lo que quiera, que él pone lo que le da la gana”, pronto fue de boca en boca.
Famoso también fue el llamado Comité de Salvación Pública del Oído, que con el respaldo de amigos como Jeannette Riveros, Gerardo Reyes, Orlando Bohórquez, Enrique Santos, Alfredo Escobar, Óscar Orjuela y Bertha Quintero, lideró en los 90 la creación del Fram (Frente Antimerengue), cuya consigna era desterrar el lado más comercial de este ritmo dominicano. Más recientemente, a través del Franreg (Frente Antirreguetón Idiotón), Pagano lideró la última de sus cruzadas musicales.
¿Qué hará Pagano después de Salomé? “Debo cambiar de actividad o hacer énfasis en otras tareas para poder subsistir, pues no tengo pensión de ninguna clase. De momento, seguiré con mi programa radial en Javeriana Estéreo y tendré más tiempo para escribir, investigar y dar conferencias. También quisiera que mis entrevistas a tantos músicos cumplieran una función social en los conservatorios, bibliotecas y facultades de música, complementando la formación de los estudiantes”.
¿Hay manera de que Salomé vuelva más adelante?, pregunto. “No lo descarto, pero no quiero cargar todo el peso solo. Quisiera ser más un director artístico y que otros se ocupen del manejo del negocio como tal. Hay algunas propuestas, pero de momento nada se ha concretado. Ya veremos qué pasa”.
Esta noche, cuando termine una época de oro en la rumba bogotana, Pagano soltará en público sus últimas arengas, rendirá homenaje especial a Juan Formell y a Cheo Feliciano, tocará la campana para incitar al baile, saludará uno a uno a sus amigos y presentará a Son de Millo, el conjunto de folclor Caribe liderado por Carlos Ramírez, y al cuarteto de saxofones de Rogelio Castro. Así se despide Salomé, un bailadero auténtico y sabroso donde todos dejamos un trozo de nuestra propia historia.
Juan Martín Fierro - Especial para EL TIEMPO